Conócete a ti mismo y conocerás los secretos del universo y los dioses

 

7 de febrero de 2010

Somos uno



Todos los seres somos yo. Cada persona que nos rodea, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los encuentros casuales, el repartidor y la vecina, los que van sentados en el autobús o en el avión, todos, están en mi. La separación física es una apreciación de nuestros sentidos limitados. El hecho de que cada uno viva en su propio espacio mental separados de los otros no es sino la manifestación de un estado de conciencia fragmentado. Todos los seres viven en mi, igual que viven los ríos, las montañas, los animales y las plantas y cada lucecita que brille en el firmamento, incluidos los espacios oscuros. No hay discontinuidad en la esencia del movimiento de la energía que crea de la nada el espacio físico. Por ello cuando en la meditación o en cualquier momento, por breves instantes, la mente se detiene, esa vaciedad, esa "nada" está llena del Todo, es decir, estamos unidos esencialmente por el vacío que es la realidad profunda de la existencia. El Todo existe en el vacío. Pero como el vacío absoluto no puede ser experimentado percibimos el movimiento que existe dentro y su complejización, que da como resultante la materia. Quedándonos en la percepción pura nos percatamos de una sensación especial de plenitud que no es fenoménica. Esa sensación está compuesta por todo lo que existe, incluyendo los seres que nos acompañan en el viaje de regreso al centro de lo que somos. Al final ese es nuestra auténtica morada, pero mientras tanto esos seres pueden ser percibidos un poco más cerca de nuestro centro. Coincidimos en la consciencia del viaje. Es algo aparente, circunstancial, fruto de los esquemas de identidad separados que nos transmite los sentidos. Extender esa sensación de identidad a nuestros compañeros de viajes es el principio de la universalidad, de salir de la cárcel interior hacia los espacios infinitos de los horizontes desdibujados de las formas.
Por e.


Un abrazo a mis otros yo.