El gran temor de los dirigentes sionistas de Israel no es el terrorismo, sino la justicia y la libertad. Saben bien que el día que callen las bombas y se sepa toda la verdad se descubrirá que no tienen justificación y deberán responder por sus crímenes, lo que de verdad temen es que Israel sea un país verdaderamente democrático, sin enfrentamientos prefabricados ni apartheid, donde el valor de las personas sea el mismo sin importar su religión o raza, cuando dejen de existir guetos, refugiados y apartheid. Saben bien que ese día sería el ultimo de Israel como estado sionista.
Por eso su mayor interés no es debilitar a Hamas como afirman sino avivar el conflicto y encarnizar el enfrentamiento y la división entre ambos pueblos, es por eso que sus ataques no solo buscan masacrar y aterrorizar a la población civil para expulsarlos de su tierra, consiguen el efecto de fortalecer y legitimar cualquier respuesta extremista. No es una torpeza de los dirigentes sionistas sino la ejecución de un plan fríamente calculado desde hace décadas cuando Hamas estaba en sus orígenes y el Mossad no solo lo infiltró y manipuló sino que lo apoyo y financió.
La realidad es que los dirigentes israelíes tienen buenas razones para querer fortalecer a Hamas. Hamas y los dirigentes sionistas de Israel quieren ambos enmarcar el conflicto del mismo modo: como una guerra religiosa entre judíos y no judíos más que como un conflicto entre los que quieren la igualdad independientemente de la religión de uno, en un estado democrático y laico, y los que quieren la desigualdad.
La versión sionista de este compartido marco de guerra religiosa entre Israel y Hamas llama a hacer todo cuanto se pueda para que toda Palestina sea un estado judío basado en la afirmación contenida en la Declaración del Establecimiento del Estado de Israel: “El derecho del pueblo judío a establecer su Estado es irrevocable. Este derecho es el derecho natural del pueblo judío a ser dueño de su propio destino, como todas las demás naciones, en su propio Estado soberano”. Los dirigentes israelíes han ido construyendo ese armazón perpetrando una violenta limpieza étnica de palestinos, oprimiendo a los palestinos tanto dentro como fuera de Israel y ejecutando matanzas salvajes de civiles no combatientes palestinos y libaneses.
La versión de Hamas de este marco de guerra religiosa aparece detallada en el “Pacto del Movimiento de Resistencia Islámico (1988)”, en el que llama a que Palestina se convierta en un estado islámico, en el cual: “Es deber de los seguidores de otras religiones dejar de disputar la soberanía del Islam en esta región”. Los dirigentes de Hamas han puesto en marcha este marco atacando a civiles judíos no combatientes con suicidas-bomba y cohetes Qassam.
Para estructurar de este modo el conflicto, los dirigentes israelíes necesitan que Hamas les ayude a moldearlo como judíos frente a no judíos. Sólo en este tipo de marco, en el que los medios dominantes de comunicación pro-Israel no cejan en representarles como “gente decente y amante de la paz frente a violentos terroristas antisemitas”, pueden los auténticos gobernantes de Israel multimillonarios, generales y los políticos que les sirven- perpetuar sus garras sobre la población judía de Israel y mantener el apoyo de los judíos y del público en general en los Estados Unidos: su aliado indispensable.
Esto es lo que explica, por otra parte, el hecho paradójico de que los dirigentes israelíes hagan cosas que fortalecen a Hamas y que las sigan haciendo una y otra y otra vez. Esto explica también por qué los dirigentes israelíes han hecho todo lo posible para minar la legitimidad de la OLP (Fatah y Abbas) a los ojos de los palestinos. El objetivo oficial de la OLP (o al menos el que era antes de Oslo) es una Palestina laica y democrática con igualdad para todos bajo el imperio de la ley. Cualquier organización palestina que tenga este objetivo supone una amenaza estratégica para el sionismo.
Los dirigentes israelíes derrotaron a la OLP utilizando Oslo para atraer a su liderazgo a actuar de una forma que hizo que el pueblo palestino –y con toda la razón- rechazara a la OLP por haberse convertido en los corruptos espantajos del gobierno israelí. El entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharon, dio el golpe final a la OLP y le entregó un regalo valioso a Hamas cuando, justo antes de las elecciones palestinas de 2006, desplegó la gran farsa de insistir en que la retirada israelí de tropas y colonos de Gaza era un acto unilateral y no el resultado de negociación alguna con el Abbas de la OLP. Esto suponía para los palestinos el mensaje de que la estrategia de la OLP de negociación moderada no había conseguido nada y reforzaba la afirmación de Hamas de que su militancia era la responsable de la retirada de Israel, ayudando así a asegurar su victoria electoral.
El núcleo de la estrategia del sionismo requiere ganar la guerra ideológica en Israel y en los Estados Unidos. Los dirigentes israelíes promueven a Hamas para que puedan conformar el conflicto como guerra religiosa. El trabajo de la buena gente de todo el mundo es impedir que los dirigentes israelíes ganen esta guerra ideológica, explicando a nuestros conciudadanos que no importa lo que los dirigentes de Hamas puedan decir o hacer, que el conflicto en Palestina no es, definitivamente, una guerra religiosa.
La inmensa mayoría de los palestinos no quiere reemplazar la desigualdad de la dominación judía sobre los no judíos por lo contrario. Quieren igualdad. Quieren igualdad para todos los seres que viven en la Palestina histórica sin que importe cuál pueda ser su religión. Quieren el derecho al retorno para los palestinos que fueron étnicamente limpiados por el sionismo. Quieren la misma compensación por parte de Israel de las propiedades robadas por el sionismo que la que recibieron los judíos de Alemania por sus propiedades robadas por los nazis. Los únicos que están realmente amenazados por estas demandas son las reducidas elites que quieren gobernar a los pueblos del mundo sobre la base de la desigualdad y de enfrentar a un pueblo contra otro.
Son pocos y cobardes, podemos derrotarles.
Testimonio de una niña palestinaE
scucharla produce escalofríos y admiración. Escalofríos por la terrible odisea que refiere, por esa infancia truncada que la convierte en adulta sin buscarlo; admiración ante la coherencia de su discurso, la serenidad de su mirada y esas últimas palabras que resumen la determinación de los pueblos que no quieren rendirse: “Somos inquebrantables”.