Conócete a ti mismo y conocerás los secretos del universo y los dioses

 

24 de octubre de 2008

¡Despierta, imbécil



SI QUIERES SABER ¿Para qué?, O ¿que es esto?,solamente tienes un tiempo limite.
Cuando el contador llegue a cero, todos los imbéciles del mundo se echarán a temblar a la vez. Intentarán esconderse, pero ya será tarde: el movimiento «¡Despierta, imbécil!» habrá llegado a todo el mundo. ¿Quieres saber cómo sucederá?
fecha para ¡DESPIERTA IMBECIL! 10/marzo/2007



Así empezaba la propaganda de la muy recomendable película de Rodrigo Cortés Concursante



Según Pitágoras tenemos un problema. Todo el "dinero" es deuda, una deuda que nunca se podrá pagar puesto que no existe ese dinero en circulación, la única opción es aumentar la deuda para ganar algo mas de tiempo. Vivir a costa de hipotecar el futuro, nuestra libertad a cambio de nada por que nuestro dinero no esta respaldado por oro, solo por deuda.



¡Despierta, imbécil!

Una de las principales virtudes y al mismo tiempo defectos (todo tiene dos caras, como bien sabe usted) que siempre he admirado en los españoles es su anarquía. Conozco gente de muchos lugares del mundo pero, especialmente entre los occidentales, en ninguna otra parte he encontrado un pueblo más consciente/inconsciente del poder de su individualidad y más decidido a ejercerla en los momentos más insospechados. Cada español sería "si me dejaran" el mejor presidente del gobierno, el mejor seleccionador de fútbol, el mejor director de un departamento, el mejor cualquier cosa. Por supuesto, esta conducta esconde en la mayoría de las ocasiones una insensatez, un orgullo y una ignorancia descomunales, pero también una valentía, una capacidad de sacrificio y un coraje inusuales para enfrentarse a los grandes retos. A los grandes, sólo. Si uno tiene que hacer frente a una gran empresa, a un esfuerzo único, heroico, exclusivo..., le vendrá bien tener las espaldas cubiertas por españoles. Ahora bien, los retos pequeños, que son los más comunes, los retos del día a día a escala humana, parecen aburrirles, y ante ellos fracasan la mayor parte de las veces por pura desidia.

Así que, de un español (siempre hay excepciones, naturalmente; me refiero al término medio), me he acostumbrado a esperar lo inesperado. Es decir, no sé cuándo me va a ofrecer lo mejor y cuándo lo peor, porque en todo momento me puedo encontrar una cosa u otra. O primero una, y un momento después, la otra. Esa anarquía, esa imprevisibilidad, esa ausencia de orden y hasta de lógica es la que a veces pienso que puede llegar a salvar al mundo, si es que fueran capaces de exportar su actitud un tanto mística ante la vida. Porque sabemos que existen grandes planes en marcha, destinados a convertir nuestro mundo en un termitero gigantesco dividido en dos tipos de insectos, que deberán turnarse en su puesto, ora como trabajadores productores, ora como consumidores. Pero para que esos planes se cumplan, ingentes masas humanas han de ser normalizadas al estilo industrial. Deben ser cortadas por el mismo patrón, medidas y recortadas y remodeladas para que encajen en las estadísticas y en los patrones prediseñados. Deben obedecer sin rechistar a los mismos líderes, fánaticamente, sin preguntar, desfilando todos al paso de la oca.

¿Puede hacer eso un pueblo como el español, cuyo carácter encarnó de manera tan bravía ese caballero medieval de cuyo recuerdo literario se cumplen 800 años por estas fechas, que se permitió el lujo de tomar juramento a su propio rey delante de toda la corte para que negara que había tenido algo que ver con la muerte de su hermano? Por desgracia, la mayoría de los españoles de hoy no son como aquel caballero. La (mala) educación recibida -sobre todo durante el siglo XX- y el hipnotismo medioambiental generalizado ha desactivado a muchos de ellos pero yo creo que, en el fondo, su extraordinario y anarquista espíritu combativo no está muerto realmente sino dormido. Es el espíritu de Retógenes, de Hernán Cortés y María Pita, que yace en el fondo de sus genes y que sólo espera, como Arturo en Avalon, el momento de ser revivido para la batalla. Incluso en aquellos ignorantes que hoy recelan de su identidad profunda y vieja como la península ibérica, para abrazar los fantasmas creados por locos vanidosos o a sueldo.

Por eso no me extraña que sea un español el que está detrás de una curiosa iniciativa que se puede hallar en Internet bajo el título de "¡Despierta, imbécil!" en la página punto com del mismo nombre. Sé perfectamente lo que hay detrás de ello, pero aún así me parece un medio válido de poner sobre la mesa cuestiones que sólo un español se atrevería a plantear de esa manera. La verdad es que algunas de las cosas que dice su Manifiesto Fundacional las podría haber redactado también el que firma aquí arriba a su izquierda. Por ejemplo, aquello de que vivimos "tiempos oscuros, tiempos de sueño e inconsciencia, tiempos de hipnosis colectiva (...) nos entregamos en manos de un becerro que ni siquiera es de oro sino de barro y mentiras -con un baño de oro encima, para que parezca de oro, pero es de barro- (...)"

O la misma descripción del movimiento, no exenta de un humor característico, significando qué es y qué no es: "Despierta, imbécil (...) es un puñetazo en la cara de los que duermen y los que quieren que durmamos (...) no es un movimiento 'antisistema', no llevamos jerseys gruesos de lana, ni lanzamos adoquines, ni nos embozamos con pañuelos palestinos para asaltar las hamburgueserías en que acabamos de comer (...) denuncia la gran y global estafa del sistema bancario mundial, denuncia que las reglas están amañadas (...) no cree en la igualdad automática entre los seres humanos porque no son iguales el moral y el ladrón, el esforzado y el perezoso, el mentiroso y el honesto. Cree en el mérito personal, el esfuerzo, la conciencia (...) se ríe de quienes quieren cambiar el mundo pero no quieren cambiarse a sí mismos (...) denuncia que estamos en manos de seres dormidos y reclama una reacción personal e inmediata de quienes estén dispuestos a pagar el precio de la vigilia (...) estamos diezmados, es una pelea desequilibrada pero no renunciaremos al único de nuestros derechos: DESPERTAR."

Ach! Ideas como éstas deberían desencadenar al menos un puñado de debates interesantes, ¿no le parece? Empezando por el hecho de que para que una persona se fije en algo que debería llamarle la atención por sí mismo haya que llamarle "imbécil", a ver si se da por aludida. Los despertadores tienen eso: resultan tan incómodos y antipáticos, como necesarios y de hecho vitales para nuestra propia supervivencia. La misma página web se abre con unas preguntas curiosas: "¿Es posible que sólo el 10 por 100 del dinero que circula en el mundo sea real? ¿Es posible que la mitad de la riqueza del planeta esté en manos de únicamente 400 familias? ¿Sabes que con todo el dinero que pagas por tu hipoteca el banco podría comprarse dos casas?" Todos podríamos añadir nuestras propias cuestiones. Ahí va la mía: ¿cómo es posible que las entidades financieras españolas anunciaran en 2006 numerosas campañas de rebajas e incluso desaparición de comisiones y a la hora de la verdad, según el análisis de una prestigiosa agencia informativa recientemente publicado, todas ellas aumentaron sus ingresos por este concepto? Hasta en un 8 por 100, en el caso de las principales entidades: las llamadas Cinco Grandes (Santander, BBVA, La Caixa, Caja Madrid y Popular).

Estamos dormidos, sí. La estrategia es la misma que la del Panem et circenses que popularizó esa casta corrupta, sanguinaria y oculta que ya intentó apoderarse del mundo en su día a través del Imperio Romano y que hoy, una vez más, vuelve a la carga. Así que la palabra clave es despertar. La secuencia que más me impactó cuando vi Matrix por vez primera (y las tres o cuatro veces que he vuelto a ver esa película: la primera parte, la que merece la pena) es cuando Neo despierta del mundo virtual y se encuentra en ese nicho, similar a millones de nichos a su lado, por encima y por debajo de él. Y despierta cableado y conectado al Monstruo Mecánico que extrae su energía y la del resto de seres humanos como si fueran simples pilas desechables. Como de hecho lo son. Sentí un escalofrío auténtico, me incorporé sobre mi asiento mientras contemplaba aquella escena porque yo he vivido eso y puedo atestiguar que funciona exactamente así: ésa es la triste realidad de la Humanidad.

Por supuesto, no tiene por qué creer en ello. Es más, le recomiendo que no lo haga. Una experiencia semejante no se puede creer, no se puede describir: si uno desea comprenderla, sólo se puede vivir en primera persona. Ahora bien, cuando se experimenta algo así, le aseguro que la vida cambia para siempre. Tiene el inconveniente de que, aunque uno sabe que la hamburguesa virtual no existe, sí que es más sabrosa que la maloliente y lechosa sopa real. Pero a cambio tiene la ventaja de que uno también conoce por vez primera lo que significa la palabra Libertad, más allá de definiciones, teorías, dogmas o entelequias. Y el sabor de esa Libertad es cien mil veces más estimulante que cualquier hamburguesa.



Aparentemente solo fue una campaña publicitaria de la que no queda mas que el recuerdo y por supuesto la película que a pesar del gran esfuerzo publicitario tubo poca repercusión. Un año después muchos de los que no la "entendieron" se sentirán como el protagonista y es que a nadie nos gusta admitir que somos imbéciles, solo espero que Koch no se equivoque y la crisis saque lo mejor que llevamos dentro.

2 comentarios:

  1. Joder... me ha encantado tu articulo, ¿seguro que no eres español?, porque nos conoces demasiado bien para no serlo.
    Conozco ¡despierta imbecil! desde el año pasado. Pero no he sabido nada mas de este proyecto desde entonces.

    Saludos.

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  2. Hola epicuro, he colgado un articulo que, estoy seguro que será de tu agrado.

    Un saludo.
    http://loquelaverdadesconde.com/2008/10/28/bruce-lee-la-filosofia-del-dragon/

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